lunes, 30 de julio de 2007

La casa de los espíritus

Tenía 14 años cuando mi madre se acercó a mí para darme La casa de los espíritus. Ya por aquel entonces era una lectora empedernida, pero no fue hasta que terminé La casa de los espíritus que averigüé lo que era conectar con un libro.

Al leer las palabras que dibujaban la vida de Clara y Esteban Trueba en Las Tres Marías, distintas emociones se atropellaban en mi interior haciéndome partícipe de su vidas, identíficandome con cada uno de los protagonistas e introduciéndome en el libro.

Cada vez que me sentaba a leer era como si desapareciera de la faz de la tierra y me introdujera en un universo paraleleo en el que sólo existíamos ellos y yo. Así fue la primera vez que reí con un libro, la primera vez que lloré por lo que ocurría en sus páginas, la primera vez que me impliqué con un libro.

Después de La casa de los espíritus cayeron en mis mano muchos más libros de Isabel Allende, con todos y cada uno he disfrutado de distintas formas, pero ninguno ha siginificado para mi lo que significó La casa de los espíritus. Este libro hizo que me diera cuenta que no hay nada mejor que el placer de una buena lectura.

Espero que un día este mismo libro que mi madre me dejó a mí pase a manos de mi hija y lo disfrute tanto como yo.


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1 comentario:

Borja Ventura dijo...

Y yo sin leérmelo... seré perro.